La Chalana (Madrid)
- Nacira León
- 12 ene 2015
- 2 Min. de lectura
La Chalana era una asignatura pendiente desde hace unos años. Nos tocaba pasar por su puerta muy seguido y siempre, SIEMPRE, estaba repleto. Al principio no teníamos idea de qué tipo de comida se trataba o si efectivamente era un restaurante, era todo un poco confuso. Con el tiempo, como todo en la vida, se fue aclarando y mi papá decidió hacer reserva para probar este lugar de una vez por todas. El día que fuimos fue de esos con muchas emociones dando vuelta. El hombre se regresaba a Lima, llegó Yaz así que por ese lado fue pura felicidad y bueno era mi última semana en Madrid. Fue un día como deberíamos vivirlos siempre la verdad, llenos de emociones.
A mi papá le encanta comer en lugares sin tanto protocolo, de un estilo de comida más relacionado con comfort food porque creo que secretamente para él, este tipo de comida es el que le hace sentir el corazón gordo. No, no te confundas, no le hace el corazón gordo por las calorías ni por los carbohidratos. Con “gordo” me refiero a feliz, sencillamente, FELIZ. El hombre respeta mucho mis preferencias gastronómicas pero como todo en nuestra relación padre-hija, él insiste en su preferencia por “la regla” y yo insisto en mi amor por “la excepción”. ¿Ya me he dado muchas vueltas no? Jajaja aquí vamos. Primero pensamos que, por el nombre, este lugar era Peruano pero cuando llegamos nos contaron que era de Asturias y que estaban también en otras partes de España. El hecho que sea del norte de España ya te deja con un nivel de expectativas alto así que empezamos a pedir right away. Podíamos escoger entre dos menús. Naturalmente, decidimos pedir uno de cada uno para probar todo. Te cuento un poco de qué se trató este parade: Jamón de buey "Trasacar" con virutas de Manchego. Picadillo de matanza con su huevo y patatas paja. Pastel de pescado de roca. Croquetas de boletus, Arroz caldoso con Bogavante y Langostinos, Arroz con Bogavante, Lomos de Merluza del Cantábrico mariscados con Almejas, Entrecot de Ternera del país a la parilla con pimiento piquillo. No te imaginas cuanto disfrutamos este almuerzo, todos picamos de todo hasta que no pudimos más. Algo que me encantó es la variedad, ambos menús super well-rounded. Destaco el entrante, en particular, el Pastel de pescado de roca, el Arroz caldoso con Bogavante y Langostinos y los Lomos de Merluza del Cantábrico mariscados con Almejas. También, la relación precio-calidad es insuperable. Para mí la atención del servicio es igual de importante que el sabor de la comida y aquí, ese equilibrio se mantuvo de principio a fin. Es cierto, fue un almuerzo sin platos llenos de sorpresa pero sí de sabor y tradición, sobre todo mucha tradición. Ese día, la tradición me ganó, por un lado porque ¿La tradición debería ser poder comer los cuatro juntos siempre no? Y por otro lado, porque en mi opinión, la tradición en la cocina es trascendental, no es tan solo un punto de partida, es nuestro origen, de dónde venimos y por lo tanto representa, hacia dónde vamos.





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